domingo, 15 de julio de 2012

Ser valientes o ¿cómo dejar de actuar como un ratón?

Hola a todos … tanto tiempo! Primero y fundamental: muchas gracias por vuestros mensajes de estos días. Sé que tenía pendiente el blog … e intentaré compartir con vosotros algunas reflexiones del intenso e interesante ( y por momentos muy agobiante) workshop de la semana pasada Helen Keller afirma que la seguridad es sobretodo una superstición. No existe en la naturaleza, ni es lógico y sano intentar que algo dure para siempre. Evitar el peligro es más inseguro en el largo plazo que atreverse a exponerse. La vida es una aventura atrevida o no es nada. Para mantenernos presentes y preparados hacia el cambio y actuar como lo que somos: espíritus libres, aceptar la presencia del destino como fuerza invencible pero gestionable es fundamental. En nuestro día a día, la virtud del coraje o la valentía no suele recibir mucha atención. El valor es una cualidad reservada para los soldados, bomberos, y los activistas. Parece que los que son valientes están pasados de moda. La seguridad es lo más importante hoy en día para muchas personas. Y en realidad, muchas veces esta misma seguridad, es lo que nos vuelves grises, lo que nos ata a la mediocridad de la no evolución natural. Tal vez te han enseñado a evitar ser demasiado audaz o valiente. O a pensar rápidamente que algo es demasiado peligroso. O que no tomes riesgos innecesarios. O no llamar la atención sobre tí mismo en público. O quizás te insistieron en seguir las tradiciones familiares. O que no hables con extraños. O quizás que mantengas un ojo hacia fuera hacia las personas en las que no confías. O bien que te mantengas a salvo. Y te pregunto: de qué te ha servido? No tengo ninguna duda que existen peligros reales en la vida, y muchos de ellos debemos evitarlos para sobrevivir. Pero hay un abismo entre la temeridad y el coraje. No me refiero a la valentía heroica que te obliga a arriesgar tu vida para salvar a alguien de un edificio en llamas. Desde mi perspectiva, el valor significa la capacidad para enfrentarse a los miedos imaginarios y tener una vida mucho más emocionante que la que nos perdemos muchas veces por miedo. Qué miedos? Aquí la lista es larga. El miedo al fracaso. El miedo al rechazo. El miedo a ir a la quiebra. Miedo a estar solo. El miedo a la humillación. El miedo a hablar en público. El temor a ser condenado al ostracismo por tu familia y amigos. El temor a molestias físicas. El temor de la pena. El miedo al éxito. El miedo a que vean nuestros defectos y dejen de querernos. El miedo de no saber como enfrentar o que hacer con la crítica. Aquellos miedos que si decidiéramos enfrentar posiblemente nos conoceríamos más, y aprenderíamos a confiar en nosotros atravesándolos. Me gustan las definiciones de valentía que sugieren que el valor es la capacidad de conseguir a de uno mismo el tomar medidas a pesar del miedo. Pero, y he aquí mi “descubrimiento experiencial” es que la verdadera valentía es más una cuestión del intelecto que de la sensación. Se requiere el uso de una parte específicamente del cerebro (la corteza cerebral) para arrebatar el control de la distancia desde el cerebro límbico emocional que comparte en común con otros mamíferos. No te liaré. Es simple: El cerebro límbico indica peligro, pero el peligro no es real, por lo que simplemente lo que ocurre es que “sentimos” el miedo y tomamos las medidas en relación a lo que sentimos. Pero es una percepción. Porque si aprendes a gestionar esa “amenaza” el miedo no es real. Cuanto más aprendemos a actuar a pesar del miedo, más humano nos volvemos. Cuanto más decidimos vivir en el miedo, es cuando más decidimos vivir como un mamífero pequeño. Así que si me dejas, te haré una pregunta atrevida, "¿Te sientes como una persona o como un ratón?" Las personas valientes tienen miedo, pero no dejan que el miedo los paralice. Las personas que carecen de valentía viven de un modo constante paralizados, y esta actitud tiene efecto a largo plazo para fortalecer el miedo. Al no enfrentar el miedo se sienten aliviados de que se escapan de él. Y lo esto actúa como una recompensa psicológica que refuerza la conducta de evitarlo que hace aún más probable que intenten evitar enfrentar el miedo en el futuro. Así que cuanto más se evita enfocarnos hacia lo que queremos, aclarar temas, resolver situaciones, abordar las dificultades, pedirle a alguien a una cita, más paralizados nos sentiremos acerca de tomar este tipo de acciones en el futuro. Nos estamos literalmente condicionando a nosotros mismos a ser cada vez más retraídos y más tímidos y parecernos cada vez más al ratón. ¿Cuántos de estos temores te detienen? ¿Te has preguntado cómo sería vivir sin tener miedo de enfrentar tus miedos? Tu tienes tu inteligencia y sentido común para transitar con seguridad a través de los peligros reales, pero sin sentir la emoción del miedo, ¿estarías más dispuesto a tomar riesgos, especialmente cuando en el peor de los casos, en realidad no te duele nada? ¿Podrías hablar más a menudo, hablar con extraños más, pedir más ventas, lanzarte de cabeza a los ambiciosos proyectos que has estado soñando? ¿Qué pasa si puedes incluso aprender a disfrutar de las cosas que actualmente temes? ¿Qué tipo de diferencia que haría esto en tu vida? Te dejo reflexionando, espero tus comentarios. Me voy a por un brunch. Feliz domingo, Lorena

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